Los sótanos los miramos siempre con recelo y, a veces, hasta con asco. Son los rincones menos gratos, señoriales y risueños, aunque, en no pocas ocasiones, también los más canallas y divertidos, como el Pequeño Teatro Gran Vía. Esas escaleritas a las catacumbas del teatro siempre me han transportado a un lugar especial, repleto de experiencias originales. Corta el Cable Rojo se suma a esa lista de buenas experiencias. Lo más fascinante de este espectáculo de improvisación es que lograr hacer reír a personas de cualquier edad y nacionalidad. Se escucharon grandes carcajadas y risitas entrecortadas, y no hubo un segundo en que, mirase donde mirase, no viera a varias personas esbozando una sonrisa. Los tres protagonistas me parecen genios. […]