El Tiempo y los Conway es una obra de la compañía La Buena Madge Teatro, un drama coral que se desarrolla en dos épocas distintas y analiza las consecuencias del silencio y la pérdida en las familias.

Sinopsis

Detrás de todas sus fiestas de disfraces y el alcohol, los miembros de la familia Conway esconden heridas desgarradoras que no pueden sanar.

¿Bastará una pesadilla del futuro y la muerte de su miembro más joven para que corrijan los errores? ¿O los gusanos y el moho engendrados por el silencio les devorará a todos? ¿Por qué les ha sucedido esto? ¿Es esto lo que nos pasa a nosotros? ¿Estamos a tiempo de sanar?

Duración:
80 minutos

Edad:
todos los públicos

Sinopsis

Detrás de todas sus fiestas de disfraces y el alcohol, los miembros de la familia Conway esconden heridas desgarradoras que no pueden sanar.

Ficha artística

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Opiniones del espectáculo 1

Javier del Barrio

EL TIEMPO EN FAMILIA Y LA EMOCIÓN SILENCIADA
LA BUENA MADGE TEATRO propone una adaptación del texto El tiempo y los Conway escrita hace casi 90 años por el dramaturgo inglés J.B. Priestly que capta el interés, te mantiene atento y te llega a emocionar.
Del texto original recortaron escenas de manera que se mantenga el ritmo y la tensión entre los miembros de la familia. La adaptación corrió a cargo del director Pedro Martín. Por momentos suceden monólogos internos de los personajes que podrían cortar la sucesión de acontecimientos, sin embargo todo lo contrario. Además añaden capas de información que el espectador retiene y ayuda a conectar con los personajes. Ves todo lo que callan, todo lo que retienen y no se atreven a decir los unos a los otros, sus deseos de escapar de una atmósfera de falsedad asfixiante. Ambientada en los años 20 el primer y el tercer acto, y el segundo en los 40, muestra las tensiones en la familia Conway en ese periodo de entreguerras. Todos sucediendo en el 20 y 40 cumpleaños de una de las hijas de los Conway. Si bien podría haberse quedado como interés más de archivo, consigue apelar a la emoción al mostrar unas relaciones con las que todos podemos identificar en nuestras propias familias. Eso me hace preguntar si hemos avanzado poco desde entonces en cuanto a inteligencia emocional-afectiva. La dirección de Pedro Martín ha sido determinante, y aparte ha generado con el elenco una serie de imágenes bonitas. Mi favorita tiene que ver con un vestido rojo…
La compañía, cuyo nombre coge de una frase y un personaje de la obra, hace todo un trabajo de complicidad y honrando la propia palabra compañía. Se acompañan a entre ellos en cada situación, apoyándose en los otros para expresar lo que está ocurriendo, escuchándose de forma activa, y jugando con la propia fachada de falsedad que encubre a toda la familia. El reparto entero mantiene una expresividad y un torrente emocional que inunda todo el escenario. Han sido dirigidos de manera precisa y sensible. El patriarca de los Conway es Javier Guti, representando el falso optimismo en persona cuando sufre por dentro la muerte de su mujer; Isca Lorite hace de Hazel Conway, una de las hijas mayores que busca divertirse y lleva todo el glamour; Cristina García Luaces es Madge, otra de las hijas mayores, que su compromiso social por la enseñanza le dan un aire de sobriedad; Alessandro Mantua interpreta a Robin Conway, el hijo mayor que se entretiene a cosa de los demás y de su familia, aprovechándose de las mujeres; Kate, encarnada por Miriam González (quien curiosamente en la representación del 18 de Junio también cumplía años), es la hija cumpleañera de la familia, tiene sueños de ser escritora y organiza las representaciones familiares en las fiestas, busca escapar de la familia para comenzar su carrera literaria; Clara Salamanca es Carol, la hija pequeña, que es joven para comprender el mundo y no para de preguntarse por él y por su pasado familiar; Ramón Cantos hace de Alan, el segundo hijo de la familia, que trabaja de funcionario, haciéndole un hombre gris y apagado en la expresión cuando por dentro no sabe expresar su amor por Joan; Mathilde Julia interpreta a Joan, una amiga de la familia que tiene deseos de encontrarse con Robin y emparejarse; y finalmente Oscar Lafuente interpreta a Ernest, amigo de Alan, un economista apocado y objeto de burlas de Hazel por su aspecto poco agraciado.
Si tuviera que apuntar algo negativo diría que la disposición de la sala en el Teatro La Encina no permite ver bien lo que sucede a altura de suelo. Para poder ver a un personaje que estaba agachado tenías que mover la cabeza en esos momentos. Aparte se veía en el suelo restos de papeles rotos y plumas sueltas de boas de colores que reflejaban la atmósfera de decadencia de la casa familiar. Es una pena que se perdiera eso. Por otro lado resulta extraño ver el foro del escenario, el cual está iluminado por luz natural. El contraste con la luz artificial de la sala y el juego de lo que se muestra de cara a un público hipotético en la extraescena, con el backstage familiar resulta interesante. Creo que se puede jugar más con ello. Y por otro echaba de menos más contrastes al ver a los actores iluminados tan frontales, perdiendo textura y profundidad y no se vean reflejados las sombras de los propios personajes. También los momentos de color inundaban la escena en su totalidad y cambiaban la percepción de lo que estaba ocurriendo. Una prenda roja no se percibe igual con una luz blanca que otra azul. Puede ser interesante jugar con ese cambio de percepción de la realidad que tiene cada uno.

19/06/2023

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