'ENCUENTROS BREVES CON HOMBRES REPULSIVOS' LLEGA AL TEATRO BELLAS ARTES

Daniel Veronese: «Necesitamos del arte para permanecer de pie, para estar despiertos y esperanzados»

El creador argentino nos sumerge en un mundo repulsivamente atractivo

Luna Paredes

El creador argentino Daniel Veronese siempre pone el foco en el comportamiento humano… y siempre lo lleva al límite. Tal vez ese sea su sello personal: ser capaz de arriesgar tanto como para que sus personajes se muestren sin tapujos y sin tabúes, con la violencia que esto implica. Es arriesgado mirar a la cara las miserias humanas, pero Veronese se enfrenta a ellas sin escudo.

A lo largo de su trayectoria teatral ha trabajado con objetos siniestros, ha imprimido un ritmo frenético a obras chejovianas, ha manipulado textos ajenos para descubrir su esencia, ha creado personajes exhaustos (como los de Los amigos de ellos dos, con cuyos actores habló Emma Álvarez). En sus espectáculos hay riesgo, hay honestidad, hay violencia y hay, siempre, mucho humor.

Todos estos ingredientes aparecen en Encuentros breves con hombres repulsivos, que estará en el Teatro Bellas Artes del 28 de octubre al 13 de enero. En este caso, el material con el que trabaja es de David Foster Wallace, y en él nos muestra a dos hombres. Dos hombres que se descalzan cuando pisan una escena pulcrísima, limpísima, blanquísima y con poquísimos objetos. Dos hombres que tocan un timbre (como si de un ring de boxeo se tratase) y dan paso a cada una de las ocho escenas, en las que se contarán historias breves y ellos, intercaladamente, interpretarán a un hombre que habla y a una mujer a la que no le dejan hablar. Dos hombres que dan vida a un machismo cotidiano, casi invisible pero tremendamente dañino. No hay ningún artificio ni nada se subraya, porque así es el teatro de Veronese: directo, preciso, hiriente y, sin embargo, divertido.

Encuentros breves con hombres repulsivos pudo verse la temporada pasada en Madrid, en Condeduque, con el elenco argentino, solo un par de días. Ahora se replica aquí con un nuevo elenco formado por Jorge Bosch y Gustavo Salmerón. Charlamos con Veronese sobre esta propuesta.

Daniel Veronese. Foto de Infobae

Daniel Veronese. Foto de Infobae

¿Cómo estás? ¿Cómo está siendo el proceso de montar Encuentros breves con hombres repulsivos en España?

Primero hicimos ensayos por Zoom, para continuar luego con presenciales, unos veinte días antes del estreno. Es una obra que ya monté en tres ocasiones, además de esta. Y eso me permitió zanjar el distanciamiento por Zoom, aunque no es muy recomendable. Los ensayos más profundos suceden en presencia. Yo necesito tenerlos a ellos y verlos en vivo, pero siento que a ellos mis indicaciones por Zoom les sirvieron.

¿Cómo surge la idea de poner en pie este texto? Leíste el texto de Wallace y ¿qué te lanzó a montarlo escénicamente?

Sucedió todo frente a una pila de libros en La Central de Callao. Me encontré con el libro, y su título me cautivó de entrada. Lo hojeé ahí mismo, y leyendo por arriba esos textos, me fui imaginando cómo deberían mostrarse en un escenario. Esto no me pasa muy seguido, digo, tanta espontaneidad, tanta certeza en una lectura primaria. Y lo monté luego según lo que había imaginado.

¿Cómo crees que recibe esta obra el público masculino?

Creo que es un golpe fuerte al corazón, a los intestinos y al sistema nervioso. Y te lo puedo decir porque así fue para el grupo con el que estrené en Buenos Aires. De un ensayo de cuatro horas, la mitad del tiempo la empleamos para hablar de lo que nos surgía de la obra, de los que nos producía, desde dónde nos convocaba. Y yo no suelo hacer lecturas o trabajo de mesa: intento ir siempre al escenario y desde ahí entender el material. Pero en este material casi se imponía una charla de reconocimiento, de descubrimiento de algo que estaba bastante tapado, en la sociedad y en nosotros, los artistas.

Creo que es un golpe fuerte al corazón, a los intestinos y al sistema nervioso.

¿Y el femenino?

No puedo saber si hay mucha diferencia. Sé de mujeres que se vieron retratadas en el universo masculino, como parte activa también de esos comportamientos. En un momento estuve tentado de hacer dos presentaciones a la par, una sola para mujeres y la otra sola para hombres. Me hubiese gustado ver las dos plateas y ahí presenciar qué cosas pasaban en cada una. Pero no podía justificar, para el afuera, esa discriminación. Creo que separaba más que emparentar posiciones. De todas formas, desde el primer día estuve dedicado a que se me entienda qué quería hacer yo con estos textos: reflejar comportamientos de índole patriarcal, de una época no muy lejana, dados como aceptables, normalizados, de alguna manera regularizados, que ocultaban una gran violencia cultural. Y hacerlo todo desde la perspectiva de un hombre, es decir: un hombre ve y declara esto de los hombres, con toda la sinceridad posible y con toda la culpabilidad de haber sido parte de ese universo, aunque sea solo por el hecho de ser hombre.

¿Crees que el teatro puede ayudar a tener una sociedad más feminista?

Qué pregunta me hacés. Yo, viendo en qué se va convirtiendo el mundo, creo que la lucha es cada vez más difícil. Es en otros lugares en donde se libran los enfrentamientos y se pueden ver algunos destellos de esperanzas, tanto para el feminismo como para las demás reivindicaciones que esperan su turno. Ojalá hubiera enfrentamientos y discusiones dentro de las salas, pero creo que nos va a ver gente que nos sigue, que piensa parecido a nosotros y que ya está convencida. Heiner Muller decía: «La gente va a ver cosas que no necesita, pero las que necesita no va a verlas». El teatro nos hace bien a quienes lo hacemos y a una pequeña porción que nos acompaña. Y sé que hay personas que no van a estar de acuerdo conmigo, pero viendo cómo las políticas se han endurecido, cómo ha crecido el nivel de violencia y estupidez a la hora de seguir líderes, una sociedad más justa se logra en otros estamentos. Por supuesto que necesitamos del arte, pero más que nada nosotros y para esa pequeña porción que nos sigue, lo necesitamos para permanecer de pie, para estar despiertos y esperanzados.

El teatro nos hace bien a quienes lo hacemos y a una pequeña porción que nos acompaña.

Antes de salir a escena los actores se descalzan: ¿por qué?

Porque me gustó. Entran a una especie de tatami.

Háblanos sobre la contradicción entre estos hombres tan repulsivos y esta escenografía tan pulcra.

Quería lograr un espacio aséptico, no contaminado, para que el experimento no sufriera alteraciones. No hay mucho más que ese texto y esas actuaciones para comprender el discurso. No hay nada que nos indique cómo emocionarnos, ni si debemos reír o angustiarnos. Solo hay sucesos limpios y, creo yo, imposible que no sean ideológicamente identificables. Si alguien ahí no entiende puede ser porque no le interesó la propuesta, pero no porque haya alguna interferencia en la comprensión.

La obra está llena de ironía y de humor (bastante macabro). ¿Por qué te parece importante buscar ese humor incluso para tratar temas como este?

El universo de Wallace es irónico, mordaz, lacerante. Yo solo tuve que tirar del hilo que él me mostró tan generosamente. Nosotros, los hacedores de sus textos, no buscamos el humor: nos reímos porque sus situaciones son humorísticas de por sí y tal vez nos podemos ver reflejados ahí. Creo que ese es el camino para que el espectador salga tocado y piense si él tiene algo que ver con eso que vio. Si entiende eso y le molesta, tiene la oportunidad de decidir cambiarlo. Y luego tiene que mantener firme esa decisión. Como verés es un camino, no imposible, pero difícil.

¿Qué frase de la obra resaltas especialmente?

«Usted no es una persona íntima».

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Escrito por

Hablo de teatro porque conozco bien sus tripas. Creadora de contenidos editoriales y redactora de la Revista Teatro Madrid.

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