Fernando Delgado-Hierro y Pablo Chaves Maza aparecen en el escenario del Centro Dramático Nacional como si fueran sus hijas futuras, sus madres, sus hermanas pero también doctores, sus yoes futuros… una amalgama de personajes muy bien hilados que desatan carcajadas entre el público. Supongo que cuando la gente dice «en cuerpo y alma» se refiere a algo similar a esto. La energía que desprenden irradia la sala y es inevitable salir indemne.
Imagen de Las apariciones de Fernando Delgado-Hierro y Juan Ceacero
Las preguntas ¿quién soy? y ¿de dónde vengo? parece que tiene que ver menos con el yo y más con el nosotros. Esta obra nos hace reflexionar en toda esa red que vamos tejiendo a lo largo de nuestra vida y que forma parte de nosotras, con una huella imborrable incluso cuando dicho partenaire ya no está en estado terrenal.
Decía el recién perdido Mujica que la muerte hace que la vida sea una aventura y, sin duda, ese el planteamiento de Las apariciones. Teniendo como inicio y fin la muerte, que ya como estructura da que pensar, los dos actores se resarcen en el escenario y nos despliegan todas sus habilidades interpretativas. Qué buena escucha, qué buen juego, qué satisfacción ver ese compañerismo en escena y qué buen teatro.
Juan Ceacero dirige esta pieza con buen ritmo y transiciones milimétricamente pensadas. Afina a los personajes para que se muevan entre la parodia y el teatro del absurdo. Y aún así, no podemos dejar de sentir empatía por estos dos entes que abarcan el escenario sin dejar un recodo libre de tránsito.
La dramaturgia de Delgado-Hierro es fascinante, desglosa frases reflexivas mediante una pantalla, para no quitar importancia mediante el discurso y que cada uno pueda entonar esa voz interior como considere. Los personajes están planteados de una forma heterogénea y tremendamente cómica. Es un error si no asisten, intenten coger entrada lo antes posible por lo que pueda pasar.
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