Jorge Riquelme

La Calórica quiere que aprendamos un poco de historia para no cometer los mismo errores en el futuro (aunque de poco nos sirve); pero la simplicidad elaborada de esta puesta en escena nos hace recrearnos en cada una de las acciones y personajes de la trama. Aunque podría correr el peligro de rozar el tedio, la constante sorpresa de las situaciones hilarantes bellamente trabajadas hace que se pueda disfrutar de cada acción. Pero por debajo de todo hay un trasfondo social observando el paralelismo entre aquellos políticos y los de ahora donde pocas veces se piensa en el bienestar de terceras personas. Cuando salí del teatro me dí cuenta que cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor.

El secuestro de una estrella de la televisión por su fan desata un crisol de sentimientos, verdades, mentiras, risas y alguna lágrima furtiva. «Fan» es un trabajo detallado, intenso, minucioso y sensible donde el humor deja paso a la rabia, esta al dolor y vuelta al humor otra vez. La acción transcurre en una noche donde se juntan tres personajes con sus luces y sombras particulares. Es gozoso disfrutar de una obra donde se nota el trabajo actoral. Ninguna frase esta dicha al azar. En suma es un trozo de vida hecho teatro; porque el teatro imita a la vida, ¿o era al revés?

Una familia cuyo peral crece «demasiado», tanto que se sale de lo establecido, que abarca todo y que ocupa un espacio que no le corresponde; esta podría ser una metáfora de esta familia donde los personajes luchan por imponer su punto de vista sin pensar en lo que puede afectar a los demás. «Un peral entra por la ventana» es una mexcla entre O´Neil y Chejov con tintes de Woody Allen. El texto está admirablemente hilvanado llegando hasta su desenlace lógico y necesario. La dirección, dinámica e imaginativa nos ayuda a ver ese peral imaginario, origen de todos los problemas… La interpretación situa a los personajes en el presente y en la realidad que están viviendo creando unas situaciones que […]

Kulunka Teatro es como la vida misma: risas dentro de cada lágrima o lágrimas encerradas en risas. Solitudes nos muestra relaciones sinceras y humildes de un grupo de seres que solo buscan (nada mas y nada menos) la felicidad pero en realidad se sienten solas rodeadas de gente. Nuestro protagonista, un viudo que acaba de perder a su esposa; busca durante toda la obra a alguien que la sustituya, con la que no sentirse solo. Todas las personas que «intentan» ayudarlo solo consiguen lo contrario. Esta obra no se deja llevar por la lágrima fácil sino por la emoción, cruda y sensible. Un trabajo corporal e interpretativo sublime y exquisito donde nada sobra y nada falta. La palabra no es […]

Lo confieso. Soy uno de los pocos que aún no habían visto a Angélica Liddell en escena pero cuya aureola fantástica sobrepasaba cualquier imagen que pudiera tener este pobre mortal que escribe. El desconocimiento de lo que iba a ver me ayudó a contemplar la obra con los ojos de un niño. Sin pensar en el significado que pudieran tener las sucesivas escenas, algunas innecesariamente largas, vi una sucesión de situaciones jocosas, otras ofensivas, otras surrealistas como un dibujo animado, otras escatológicas; pero todas teñidas de una pátina de sinceridad, de crudeza, de espontaneidad y de humidad. Angelica Liddell no deja indiferente a nadie. Puede gustar, cansar, disgustar, ofender, agradar, caer bien, caer mal e incluso todo a la vez. […]