Quiero colapsar a tu lado

LA INCONSISTENCIA DE LA ECOLOGÍA EN TEATRO

El calentamiento global y la contaminación es algo que nos afecta a todos. Es un hecho que no se puede negar. Resulta casi imposible plantear estrategias o soluciones al respecto, ya que hace décadas que perdimos la oportunidad. Es inevitable que se trate esta cuestión en el teatro, al ser una situación que resulta realmente dramática. ¿Pero cómo se afronta desde el punto de vista artístico? ¿Cuál es la manera de enfocarlo? No hay respuestas simples ante un problema tan gordo. La Rueda Teatro Social pone su perspectiva y vivencias personales al respecto a través de su recién estrenada obra QUIERO COLAPSAR A TU LADO, dirigida por Rakel Camacho.

Fernando Gallego, Sandra Arpa y Laura Presa Fox son las creadoras que han ideado, escrito e interpretado este proyecto, el cual han estado investigando durante dos años. En escena ellas se interpretan a sí mismas, contando sus encuentros con víctimas de la contaminación, activistas medioambientales e incluso familiares afectados. No solo cuentan su testimonio, sino que también cuentan cómo les ha afectado escucharles y les hace cuestionarse su posición personal respecto a la ecología. Entre medias van alternando con imágenes poéticas y situaciones oníricas que contrastan con la propuesta planteada previamente. Por momentos lo enfocan desde el humor, la ironía, el enfado y la pena. Trabajan desde lo documental, la autoficción y lo poético, mientras la etiquetan de tragicomedia ecosocial. Se muestran distintas apuestas que no llegan a desarrollarse del todo, con tentativas que si tuvieran un desarrollo mayor, tendría más calado.

En el espacio destaca una roca negra enorme que cuelga al fondo, donde se muestran las imágenes reales grabadas por las protagonistas, además de otras visuales creadas para la pieza por Davitxun Martínez. Vanessa Actif está al cargo de la escenografía y del vestuario, quien además pone en el escenario árboles desnudos, una montaña de arena, un sofá donde suceden la mayoría de las escenas, paquetes grandes de plástico, una mesa donde hay varios elementos, un retrete con plástico en su interior, una «roomba» y dos tanques pequeños: uno con tierra y otro con agua (los cuales no se ven a no ser que estés en las primeras filas). Las luces, por Carlos Marcos, destacan por el uso del humo en varias ocasiones para plantear los fragmentos más oníricos, y por plasmar la potencia de lo que sería un rayo de sol. La música y el espacio sonoro han sido diseñados por Enrique Vaz Oliver, que por momentos se torna inquietante, aparece de forma disimulada en la propuesta.

Al ver todos esos elementos, uno se pregunta si en algún momento del proceso de construcción y de ensayos hubo una conciencia ecológica. Encontramos el caso de que, si lo hubo, no se ve aparentemente. ¿Es posible plantear ser ecológicos en el teatro? ¿Cuántos residuos se producirán por cada función? Puede resultar un poco incongruente que se planteen unos principios que luego no han sido capaz de cumplir en un principio. Es comprensible, ya que cada uno hace lo que puede. Pero el problema principal de este espectáculo es que no queda claro cuál es el propósito del mismo. Plantea problemas para hacerte reflexionar, pero a la vez busca generar un impacto emocional en el público, sin embargo cae muchas veces en la resignación ante esta grave situación que estamos viviendo. Durante toda la obra solo hubo una breve mención y de manera light a la responsabilidad de las empresas con la contaminación, cuando son los principales agentes contaminantes a nivel mundial (no se menciona toda la cuestión del «greenwashing» que practican muchas marcas). Personalmente resulta difícil ver a una compañía que trabaja desde el compromiso social, con varios colectivos y ha dedicado tanto tiempo a este trabajo, que deje un mensaje que puede resultar cínico. Sobre todo después de escuchar el descorazonador testimonio de un familiar de una de las actrices que se quemó durante el incendio en la Sierra de la Culebra.

El problema del cinismo es que puede acabar en un discurso que obvia el cambio climático. ¿Acaso hay alguna alternativa? ¿Hay posibilidad de vivir de manera más responsable con el medio ambiente? ¿Hay forma de plantear modelos de sostenibilidad para la comunidad? Hay algún planteamiento al respecto, pero no se desarrolla en la pieza. Al final sales pensando que no es posible otro mundo, que no merece la pena reciclar, que no merece la pena luchar, que dentro de 30 años habrá grandes catástrofes y que todos vamos a morir. Aparte se hace una la representación del movimiento ecologista como si lo conformara gente quemada con la vida, confirma los prejuicios que se pueden tener del mismo. Hace años que se ha superado y hay otras formas de plantearlo. Yo no soy un experto, pero si optamos por el derrotismo, las personas acabamos desmotivadas y no nos movilizamos.

Espero equivocarme con la lectura que he hecho. Me cuesta pensar que con todo un trabajo de años detrás termine en un mensaje así de inconsistente. De todas formas, en el mundo que vivimos no podemos ser consistentes, por mucho que queramos ser más responsables con el medio ambiente. Resulta frustrante, pero es una evidencia. Puede que se trate de eso. Que una obra de teatro sea inconsistente para reflejar cómo estamos respecto a este tema. Yo mismo lo soy, y seguramente esta crítica también lo es. Teniendo una presión constante a ser perfectos y coherentes, a veces en el teatro alternativo resultamos demasiado crueles entre nosotros mismos. Tal como mencionan en la obra respecto a acusarnos y sacar el dedo para juzgarnos entre nosotros, en vez de apelar por la empatía y preguntarnos cómo nos hace sentir todo lo que está pasando.