Una luz tímida

Un acierto el uso de una simple pizarra de las de toda la vida, de tiza y borrador. Simplemente escribiendo el año en que transcurren los hechos, nos metemos de lleno en la historia de amor de dos mujeres, un amor prohibido. Y, como toda buena historia, ésta tiene de todo: entrega absoluta, valentía frente a las normas sociales del momento, soledad y ruptura con una familia que ni acepta ni entiende, sentimiento de culpa por no encajar en la norma, ausencias, miedo, locura...

Un recuerdo para Isabel y Carmen, las dos maestras valencianas que vivieron su trágico amor prohibido en tiempos franquistas y en cuya historia real se inspira la obra teatral de África Alonso. Hoy, en España, tenemos la oportunidad y la obligación de vivir el amor sin miedo.

1959. En una antigua pizarra de escuela leemos una frase escrita con tiza: "Toda historia comienza con una luz tímida". La historia de Isabel y Carmen también. Es una luz tímida que se abre paso para arrasar con lo gris y la soledad. Sin dificultad, con naturalidad, esa historia de dos maestras que se enamoran, en un tiempo que no acompaña, empieza a calar en el público ayudada por la magnífica interpretación de Àfrica Alonso y Júlia Jové, con música y voces en directo que cuentan y cantan su historia de amor.

Pero esa luz tímida, pronto se convierte en fogonazo... un fogonazo de esos que deslumbran, impresionan, noquean y después... llega la explosión para removerte por dentro y por fuera.

Una luz tímida es una historia de amor tierna, delicada, sensible, inocente pero culpable por el tiempo que le tocó vivir. Y, sí, "todas las historias nos recuerdan que nuestro pasado existe"... un pasado que no siempre está a la altura, que provoca sufrimiento y que nos avergüenza. Un pasado que dibuja cicatrices imborrables. La historia de Isabel y Carmen es una de esas cicatrices que nos deja la memoria histórica del amor.

Una obra conmovedora, dulce y bella, muy bella. Insisto en la excelente interpretación de las protagonistas, la música en directo de guitarra y chelo y las voces de África y Julia que hacen de La luz tímida una canción de amor infinita. Isabel y Carmen se merecían ver al público en pie con su historia... una historia de amor que sí ha estado la altura y que marcará, como una bella cicatriz, a sus espectadores para siempre.

 

La cartelera de musicales no destaca por ser, en general, de obras adultas, de peso, y aunque a veces el mensaje sea de calado se endulza con tratamientos ligeros. Lo anterior está muy bien pero se agradece que podamos disfrutar -en el sentido más amplio de la palabra- de propuestas como esta Una luz tímida que llega desde Barcelona y dignifica el género (entiéndaseme bien, que soy musical lover hasta la médula). Un tema duro, potente y no tan lejano que no puede ser olvidado: la dramática y sensible historia de amor de dos mujeres en el franquismo y su lucha, desigual, ante una sociedad que no sólo las silencia sino las aniquila.

Dos profesoras, en la Barcelona de finales de los 50-inicios de los 60, una más atrevida, con ansias de libertad, de hablar porque si no, para qué vivir, y otra más adaptada a la sociedad, descubren poco a poco, con ternura, dudas y humor, su amor. Sin morbos, sin estridencias, una bonita historia de amor...que debe enfrentarse a mucho más que al rechazo general y que genera una espiral de dolor.

África Alonso (Rent) coprotagonista y dramaturga, la más atrevida, nos muestra impecablemente su evolución, su amor lleno de ilusión, su sacrificio posterior, su devastación, sutilmente, con gestos, miradas… Júlia Jové (Fun Home, otro de esos musicales dramáticos multipremiados en el extranjero) debe pasar de la tímida y apocada a un rabioso animal herido de muerte a causa del sistema. Diversos registros en ambas para unas intérpretes extraordinarias que, además, no tan habitual, presentan una dicción impecable.

Esta historia no sería completa sin la música, preciosa a cargo de Laura Masferrer y Andrea Puig en una combinación también original en el género (guitarra y chelo) y acompasada a la evolución dramática, de la dulzura a la ira sin control, la esperanza, la paz momentánea o el dolor más intenso. Letras de esperanza y de desgarro que merecen ser escuchadas e interiorizadas en las voces de África y Júlia que no sorprenden a quienes seguimos sus trayectorias desde hace años, con una complicidad innegable y que nos traspasa en esta historia tan valiente como dolorosa, que nos toca el alma pero que genera ansias de amar.

En resumen: se canta en la obra “me quema la piel por no tocarte”, pues a mí me queman los sentidos por no ver más propuestas como esta.

Emocionada y conmovida, así se sale de esta producción. Habiéndose creado una pequeña comunidad entre el público y las intérpretes, entre los sentimientos de cada espectadora y la historia que se muestra encima del escenario. Una sensación que, días después, aún acompaña a cada persona que pudo vivir aquel momento.

Carmen e Isabel son las protagonistas de este relato, pero podrían ser decenas más, porqué esta obra se inspira en una historia real. Nos ubicamos en 1969, en pleno franquismo, cuando dos profesoras de una escuela religiosa se enamoran. No solo viven el secretismo que tiene que envolver su relación para poder continuar viviendo tranquilas, sino que también viven el ser juzgadas por aquellos que lo intuyen o el miedo por una relación que les han dicho siempre que no es “normal” y que no está bien. Pasan los años y vamos viendo como se desarrolla su relación a través de muchos obstáculos, algunos, incluso, irreversibles.

El texto es una maravilla, con una ternura y estimación exquisitas. Àfrica Alonso Bada, la autora, nos transmite todas las emociones de las dos protagonistas, encajando las canciones de manera magistral al relato. La conexión entre el público y lo que pasa en el escenario es instantánea y se va haciendo más íntima a medida que avanza la narración. Canciones delicadas y desgarradoras, compuestas por Alonso y Andrea Puig Doria, van construyendo una historia bonita, pero al mismo tiempo dura y muy injusta. Momentos duros que arrancan lágrimas a la espectadora y otros tiernos que esbozan una sonrisa en la cara de todo el público.

La química entre las dos protagonistas es innegable. Àfrica Alonso (Isabel) y Júlia Jové (Carmen) nos enamoran mientras sus personajes lo hacen también. Y sus voces traspasan la piel hipnotizando en cada nota, transportando cada sentimiento en cada palabra proclamada.

Con una puesta en escena sencilla, cuatro objetos necesarios y música en directo con una guitarra y un violoncelo, se crea el marco perfecto para esta producción.

Público e intérpretes se convierten en un todo que aguanta la respiración y se emociona con cada línea de texto, con cada melodía. Y todo eso da esperanza, porqué en un momento concreto todas nos unimos para afrontar el dolor, pero también la magia del amor en todas sus formas.

Sentirse fuera de lugar, sentir vergüenza, miedo, espanto, pedir perdón, esconderse, callar, mantenerlo en secreto, no salir de casa,... ¿Por qué? ¿Por ser diferente? ¿Por amar diferente?

La historia nos habla de Federico García Lorca, Miguel de Molina, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre,... ¿Y las mujeres? ¿¡¡Dónde están las mujeres?!!

El Colectivo La Cicatriz, bajo la dirección de Marilia Samper, rompe moldes y trae a los escenarios la historia de amor entre dos mujeres.

La idea de este musical surge de un artículo de prensa en el que se hablaba de la relación entre dos mujeres que se amaron durante la época franquista y que acabó de manera trágica.

Estigmatizar a alguien por su condición sexual era un hecho común en aquella época. Desgraciadamente todavía lo es hoy en día.
Todavía se puede escuchar por las calles que la homosexualidad es una enfermedad. Precisamente por eso es del todo necesario que existan plataformas como la del colectivo La Cicatriz, para hacer visible, sin miedo, con libertad y sin complejos, tantas y tantas historias que han sido silenciadas a lo largo de los años.

Una luz tímida es un musical con música en directo. En el escenario, y durante toda la función, las dos músicas Andrea Puig Doria (guitarra) y Laura Masferrer (violonchelo), bajo la dirección musical de Andrea Puig Doria, tocan aproximadamente unos veinte temas. Temas realmente preciosos que consiguen emocionarnos por su melodía, por la sensibilidad en sus letras y por las magníficas voces de las dos actrices, África Alonso (Isabel) y Júlia Jové (Carmen). Solo por escucharlas cantar ya vale la pena de ir a ver este musical.

"Todas las historias empiezan cono una luz tímida", "Cosquillas", "Al oído", " La sombra", "Si tú estás", "Soledad Sonora" o "Donde tú has Perdido" son algunas de las canciones que se pueden escuchar.

La música y las letras son una pieza clave en este espectáculo. Ellas nos descubren cuáles son los pensamientos, sentimientos y estado de ánimo de las protagonistas. Impresionante el momento en que se utiliza la guitarra eléctrica para mostrarnos el caos que hay dentro de la cabeza de Carmen.

Una luz tímida es un homenaje, una reivindicación, el reconocimiento y la memoria histórica para todas aquellas mujeres que amaron fuera las reglas establecidas, aquellas que fueron tratadas de prostitutas, de enfermas mentales, aquellas que lucharon por quiénes eran y sentían, aquellas que recibieron tratamientos médicos agresivos (la gran mayoría irreversibles), aquellas que tuvieron miedo de salir a la calle y aquellas que decidieron no seguir viviendo.

Todavía hay mucho dolor acumulado, por eso es muy importante que historias como estas sean explicadas públicamente para concienciar a todo el mundo que tenemos que ser respetuosas ante las diferentes maneras de amar.

Por favor, ¡¡no os la perdáis!!

Hay historias que hace falta que sean contadas, que merecen su lugar en los escenarios o allá donde haga falta. La historia que explica Una luz tímida salió de una noticia real, de aquellas que las ves en el periódico y se te quedan atrapadas en la memoria. Una historia que ponía sobre la mesa la represión de la homosexualidad –en este caso, femenina- durante la época franquista, así como los crueles tratamientos que se estilaban en la época. Esta segunda parte, precisamente, lleva la obra hacia otra dimensión diferente… un poco desconectada de la primera, pero decisiva para su desenlace.

África Alonso, actriz y autora del texto, apuesta por una narración que va de la cotidianidad al drama. No escatima los momentos que van directos a la boca del estómago, que te golpean de forma descarada y premeditada, pero justo es decir que el público lo recibe con entusiasmo… y más de un pañuelo. De hecho, Una luz tímida lleva más de un año dando vueltas, apareciendo y desapareciendo de la cartelera con cortas estancias, pero con un público fiel y cada vez más numeroso…

En cuanto a la parte musical, es importantísimo remarcar las canciones, todas de una gran honestidad y una gran calidad. Pero nada sería lo mismo sin la interpretación de Júlia Jové y África Alonso, que las elevan a otro nivel y que las viven de un forma completamente generosa y sin ningún tipo de artificio. Ellas son el alma de un espectáculo de apariencia muy simple, casi minimalista, que luce en espacios de pequeño formato.