Lo prometido es deuda. Finalizada la tercera experiencia de teatro inmersivo en La Caja Lista tras disfrutar de Protocolo de eliminación. En este espectáculo, la intervención del público es distinta de las anteriores. Si en El sótano del psiquiátrico y Cluedo 1910 el espectador interactúa con los personajes, en Protocolo de eliminación el público se limita a decidir acerca del futuro de los mismos, que no es poco.
En un futuro en el que los recursos disminuyen y la superpoblación aumenta no hay sitio para todos. Esto implica que hay que decidir quién tiene derecho a quedarse y quién es invitado a irse, es decir, a quién se sacrifica. Los sacrificables se seleccionan por el instaurado índice de «Valoración de Satisfacción Social», basado en el nivel de popularidad de la gente. Vamos, lo que viene a ser el número de likes personales de cada uno. Un nivel que se mueve de 0 a 5 dependiendo de si gustas o no a los demás (da bastante miedo, ¿verdad?). Pero, de los cinco candidatos preseleccionados por el Gobierno a convertirse en abono, el público tiene la posibilidad de salvar a uno. Ahí es donde los espectadores entramos en juego. ¿A quién salvamos? ¿Al homófobo empresario de éxito de cuya supervivencia dependen muchos puestos de trabajo? ¿A la borde mujer embarazada que se aprovecha del sistema? ¿Al indigente por el mero hecho de serlo sin importarnos cómo llegó a esa situación? Parece fácil a primera vista pero las magníficas interpretaciones del elenco no se lo pondrán tan fácil. Con nuestros votos, decidiremos quién va muriendo; uno por uno hasta que haya un solo elegido para volver a la sociedad.
La evolución de la obra dependerá de a quién vayamos eligiendo para morir, lo que nos ofrece diversos finales alternativos. Eso hace más apetecible, si cabe, el hecho de ver la obra varias veces.
Una buena forma de conocernos y conocer a aquellos con los que convivimos.
Pronto veré Cluedo Junior y volveré con la cuarta parte de LA EXPERIENCIA TEATRAL.
