El Imitador

Los cromos, los Playmobil, las monedas de otros países... cuando somos pequeños tendemos a coleccionar objetos, series de objetos. Puede que haya mil como ese cromo que atesoras en el álbum pero la diferencia es que ése es tuyo. Luego crecemos y atesoramos canciones de artistas: la que nos recuerda a una barbacoa con amigos, a un paseo por el mar, la que nos pone contentos aunque estemos cocinando pollo y nos esté quedando seco. Las canciones nos provocan un estado de ánimo.

Julián Fontalvo nos comparte su historia de vida a través de canciones míticas. Y aunque es su historia y rememora su momento es imposible obviar lo que esa canción significa para ti. Ese ritmo. El espectáculo va de menos a más y acaba con el público en pie pidiendo otra más. Eso un lunes cualquiera. Lleva ya seis temporadas triunfando y con funciones entre semana tiene un mérito especial. No hay investigación que lo corrobore pero me arriesgo a decir que después de la pandemia se mueven más las caderas entre el público, por lo que pueda pasar si mañana nos vuelven a encerrar. Que el fin del mundo nos pille bailando, como decía Sabina.

En este imitar, en esta serie de artistas, Julián Fontalvo es un fuera de serie. Nos emociona con su historia, nos cautiva con la selección de canciones, con la modulación de su voz, su expresión corporal. Es un espectáculo que mueve y remueve desde niños hasta mayores, no se lo pierdan.

 

Siempre es una maravilla sentarse en un patio de butacas y dejarse sorprender. Ya sea por la historia, por cómo se cuenta, por el talento del artista… hay múltiples factores, el caso es sentirse atrapado por el espectáculo y la emoción que desprenda. En este caso Julián Fontalvo, a quien le precede una extensa carrera musical y “musicalera”, se planta encima del escenario ¿en solitario? ¡Qué va! Acompañado por un buen puñado de personajes que van saliendo a borbotones de su garganta. Freddy Mercury, Celia Cruz, Tina Turner, Edith Piaf, Michael Jackson, son solo un pequeñísimo ejemplo de todas las voces, cerca de 70, que habitan dentro de este artista que hace alarde de un portentoso registro vocal a pecho descubierto.

Un espectáculo que como su nombre indica, El Imitador, ya sabemos de qué va en cuanto entramos en la sala, pero que además nos tiene preparado un detalle, y es que lo hila con una historia final, sencilla, pero efectiva y emotiva, que da sentido a ese derroche musical.

Hay momentos magistrales como el ‘We are the world’ o la traca final que dejan al público boquiabierto, y en su conjunto te hace pasar unos fantásticos 80 minutos. Un espectáculo divertido, con muy buen ritmo y que despierta las ganas de recuperar esas canciones que conforman la banda sonora de nuestras vidas.