La casa vacía

LA EVOLUCIÓN DE UNA ARTISTA Y LOS HUECOS EN EL CORAZÓN

El arte no se puede comprender como un bloque estático que no cambia con el tiempo, ni siquiera cuando lo realiza el mismo artista. En los distintos procesos vitales, cada uno puede cambiar de intereses y explorar los límites de su propia obra, según tu estado personal y las relaciones que estableces. Ante lo contingente de los proyectos creativos, cabe preguntarse por el eco que dejarían. ¿Qué permanece de todo el trabajo creativo? ¿Quién lo recordará? La trascendencia de creaciones artísticas y la emoción que generan son algunas de las inquietudes que atraviesan LA CASA VACÍA. EL COLLAGE DE UNA VIDA de la compañía de danza PROYECTO LARRUA.

Cuenta la historia de una mujer que fue asistente y compañera sentimental de una artista plástica española fallecida. Ella se atreve a contar por primera vez su relación y la trayectoria de su pareja, a quien acompañó toda su vida. Un grupo de 4 personas entran en contacto con ella para grabar una entrevista que les ayude a indagar en la obra y vida de esta creadora. No se habla de una artista real, sino de una creada a partir de otras que han sido referencia en España y Europa en los últimos 50 años. En esta pieza que el colectivo, original de Euskadi, denomina transdisciplinar, como una hibridación entre distintos lenguajes de teatro, danza y lo documental. Lo narrativo y lo abstracto se superponen, texto, danza y plástica conversan entre sí, llegando a multiplicar capas de lectura y generar imágenes que te llegan a emocionar.

La coreografía de Jordi Vilaseca y los textos de Pedro Casas establecen un diálogo precioso que reflexiona sobre el hecho artístico, llegando a conceptos que trascienden de lo académico y te alcanza en el alma. Resulta hermoso ver a Begoña Martín encarnar a esa asistente que lamenta la pérdida de su amor, recordando la admiración que sentía por su creación y su compañía hasta la muerte. Ingrid Magrinyà, Maddi Ruiz de Loizaga, Ainhoa Usandizaga y Aritz López son los cuerpos que, además de hacer del equipo del documental ficticio, (re)construyen las instantáneas de su vida y su relación, encarnando en el espacio las esculturas, instalaciones y pinturas que podría haber creado ella. No se puede evitar reconocer algunas referencias pictóricas que han quedado marcadas en nuestro imaginario, como LAS 3 GRACIAS de Rubens o LA DANZA de Matisse. Podemos escuchar distintas reflexiones que cualquier artista habrá pensado en algún momento: si hay que crear para agradar o incomodar, si tiene sentido su trabajo, si conectará con alguien o si la gente seguirá recordándola. Toda una historia que recopila los fragmentos de una vida increíble y hermosa.

A lo largo de la experiencia, los cuerpos establecen una relación con el espacio, diseñado por Enric Planas. Un plató de color azul que enmarca esas obras de arte vivientes. Sin embargo, de la misma manera que un artista evoluciona, la propuesta va más allá. La luz, diseñada por David Alcorta, da textura a las bailarinas, reforzando las luces y sombras que conforman sus músculos, extremidades y toda su presencia. Este también juega con la estética, llegando en algún momento a fusionar al elenco con el espacio a través del color, junto con la labor del vestuarista Xabier Mujika. En conjunto juegan con la homogeneidad, el contraste y los distintos parámetros que conforman un trabajo plástico, generando imágenes bellas que se te quedan en la retina y te tocan el corazón. Cabe destacar el espacio sonoro y música de Luis Miguel Cobo, que acompaña el movimiento y te sumerge en el rico universo del proyecto.

LA CASA VACÍA es toda una obra de arte que desdibuja los límites de las categorías que muchas veces se impone desde los sectores del teatro y la danza. Es una propuesta adecuada para el Festival Essencia en la Sala Cuarta Pared, dedicado a propuestas que exploran los niveles de teatralidad y márgenes del lenguaje artístico. El espectáculo se puede ver allí hasta 8 de Julio. En él las fronteras se convierten en umbrales donde conviven historia y poesía visual, donde los espectadores no llegan a comprender de manera intelectual, pero les toca emocionalmente. En una sociedad donde imperan las etiquetas y las palabras clave para enmarcar la cultura, resulta todo un trabajo contestatario a un mercado que rechaza aquello que se sale de sus cánones.

Por otro lado, ante el aumento de la homofobia en este país (hasta un 130% en los últimos 3 años según la consultora española LLYC), es todo un acto de admiración a PROYECTO LARRUA sacar adelante una pieza tan arriesgada y valiente, tanto por contenido como por forma. Esta obra evoca una realidad que ha sido silenciada durante muchos años en este país, y frente a quienes quieren censurar de manera osada, hay que reivindicar los derechos y valores humanos. En un mundo donde el ruido y el desencuentro imperan en la sociedad española, como artistas apelamos a la empatía y el reencuentro para comprender quiénes somos como individuos y personas que vivimos en colectivo.

Aun así, LA CASA VACÍA no va solo de una relación homosexual entre dos mujeres. Habla del ser artista, de la exploración artística, de la necesidad que tenemos por dejar una marca en la memoria, de plasmar nuestra huella en el mundo, del luto, de la belleza, del amor y su evolución en el tiempo. La casa vacía como metáfora de un cuerpo que se deteriora, que lleva a la desnudez su creación y deja un hueco en el corazón de quienes le amaban. Un hueco como el que nos deja Elvira Sorolla, que tanto ha hecho por Cuarta Pared y por el panorama teatral contemporáneo de Madrid.