Para Teatro Madrid el 2017 ha siginificado el año del despegue. Un año en el que hemos comenzado a caminar con paso firme, apostando fuerte y con convicción para apoyar con nuestra voz al panorama teatral madrileño. Pero todos sabemos que eso no se logra si detrás del proyecto no hay personas que realmente aman lo que hacen, por eso mismo hemos querido que caminen a nuestro lado compañeros próximos a la actividad escénica de la capital. Espectadores y profesionales que estén próximos a lo cotidiano del teatro en Madrid, gente que con admiración y muchísimo respeto nos cuenten todo lo que bulle a pie de escenario, como es el caso de nuestros Colaboradores.
Nuestro particular póker de ases son: Antonio Alonso y Jesús Melones creadores de la comunidad teatral TRAGYCOM, Javier Fernández-Lasquetty miembro activo del movimiento #Tuiteatreros y el actor David García que desde su Blog David desde el patio ofrece su opinión como espectador de mirada incisiva y certera. Cuatro personalidades bien distintas que comparten una misma pasión.
Precisamente ha sido a ellos a quienes hemos querido encomendar la misión de hacer el consabido balance que no puede faltar para dar por zanjado el año, y esto es lo que nos han contado:
En la dialéctica dual del sistema de oposiciones, no hay contenido sin continente. Desearía rendir un discreto homenaje a las salas que, desde la vocación más heroica, arriesgan al presentar propuestas no necesariamente comerciales. Brindan un espacio de seguridad no sólo físico a todo el universo de seres implicados en la creación dramática. Recintos absolutamente privados como El Umbral de Primavera, La Puerta Estrecha, El Pavón Teatro Kamikaze, Cuarta Pared, Nave 73, Tribueñe y tantos otros, consolidan la variedad y la riqueza (libertad) del paisaje teatral de Madrid, complementando la red de salas de titularidad o apoyo público.
En la poderosa red del teatro On recordamos especialmente: Furiosa Escandinavia, con la discreción del teatro hecho con respeto, dignidad e intensidad. Alarde de tonadilla, en representación del teatro como apuesta global, preciosista y artesana, que orgullosamente reivindica las raíces y la identidad. André y Dorine como muestra de todos aquellos espectáculos, mayoritariamente infantiles, no basados en el texto escrito ni en la expresividad gestual de los actores, que se aproximan al territorio de las emociones desde las máscaras.Y last but not least, Gross indecency. Apuesta vigorosa y creativa sobre un capítulo en la vida de Oscar Wilde de trascendencia mucho más universal de lo que podría parecer.
En mi mente y en mi corazón quedan muchas otras obras… Todas las demás también, tácitamente, están aquí.
Como resumen de este 2017 que termina, quiero resaltar la labor de esas funciones jabatas que permanecen en cartelera temporada tras temporada o que van y vienen pero son parte de nuestra memoria teatral cuya valía es justo reconocer. Ellas son una muestra de un teatro inteligente, cómico, poético y de denuncia que nunca debería faltar en los escenarios teatrales.
La Noche Justo Antes de los Bosques. Versión a cargo de Cesar Barló del clásico de Koltés que se ha venido representando en La Puerta Estrecha. José Gonçalo Pais es el protagonista absoluto con una interpretación impactante que raya entre el exorcismo artístico y el éxtasis oral y corporal.
Lavar, marcar y enterrar de JuanMa Pina en Teatro Lara es una muestra de esa comedia de calidad que consigue arrancar risas a través de una loca y sobrenatural peluquería que ya forma parte de nuestras recomendaciones favoritas. Con distintos, divertidos y locos personajes que encabeza un Mario Alberto Díez que no deja indiferente a nadie.
Peceras de Carlos Be. La más veterana en cuanto a años, con intermitencias, que lleva impregnando los teatros de denuncia social. No es una obra más, es toda una bofetada enérgica y poderosa sobre nuestra consciencia. Un caramelo amargo y necesario para enfrentarse cara a cara con una realidad que espanta y provoca rechazo. Imposible no salir tocado con la interpretación de la omnipresente en el mundo de Carlos Be, Carmen Mayordomo. Inmensa, intensa y sobrecogedora.
Los Caminos de Federico. Dramaturgia de Lluis Pascual que puede disfrutarse en La Puerta Estrecha. Dirigida por Samuel Blanco y protagonizada por Flor Saraví. Un recorrido por el mundo de palabras y poesía de Federico García Lorca a través de la voz y presencia de esta actriz que atrapa y encandila desde el minuto uno. Sensibilidad y verdad a flor de piel que nos envuelve en este paseo por el universo lorquiano que por mucho que lo conozcamos no deja nunca de emocionarnos y sorprendernos.
Claramente, para mí, la obra más destacada ha sido Hamlet Entre Todos. A pesar de haber pasado sin pena ni gloria por Madrid (sólo estuvo unos pocos días en la Cuarta Pared), a mí me ha marcado profundamente. Tuñón se luce con una dirección profundamente arriesgada. Desnuda el clásico, lo transforma y lo envuelve en un halo de modernidad y con un toque canalla que hace que hable directamente al hombre del aquí y el ahora. Alejandro Pau te lleva del tormento al éxtasis en cinco segundos, te coge de la mano y pasas por los mil registros y aristas del Príncipe Atormentado hasta acabar en un auténtico goce teatral. La Compañía Números Imaginarios es verdaderamente destacable por cómo siempre hacen partícipes al público de lo que pasa en escena, el teatro no existiría sin el público y Tuñón lo sabe bien, y así, nos propone montar un «Hamlet» entre todos.
También me pareció muy remarcable el trabajo que Pablo Messiez ha hecho en su versión de Bodas de Sangre, donde despoja al clásico de todos sus tópicos y, sin prejuicios, aborda una versión que se centra en el conflicto de la imposibilidad de escapar al amor apasionado. Pablo trabaja con la esencia del Clásico y, con sumo respeto y cariño, nos propuso una versión hasta ahora nunca vista. Elisa Sanz, por su parte, hizo un magnífico trabajo con esa hermosísima escenografía. Os prometo que en mi vida voy a olvidar su bosque del tercer acto.
Por otro lado, para hablar de danza, me fascinó Una Noche con Forsythe, que estuvo un pequeño tiempo en el Teatro Real. Fueron cuatro piezas diseñadas por el coreógrafo Forsythe que la Compañía Nacional de Danza ejecutó con maestría. Se pasaba de lo más clásico a lo más contemporáneo con una perfección y una exactitud asombrosas, todo ello acompañado por una iluminación hábil, creando momentos de gran belleza. Un montaje que elevó la vista, el oído y el alma. Puritito goce.
Si tuviera que quedarme con tres espectáculos de entre los que he visto este año, creo que la elección sería complicada y sencilla a la vez. Elegir tres es, por propia definición, dejar fuera a otras que merecerían este título. En definitiva, la vida escénica no es una competición entre espectáculos, cada uno tiene sus razones, su origen, su necesidad, su alcance y sus pretensiones. Comparar Dentro de la Tierra con Léucade, 38º 20º por ejemplo es injusto. O Bodas de sangre con La escena Nº 12. Los cuatro espectáculos comparten el nacer de la sinceridad absoluta y el compromiso ético con el hecho escénico.
Vaya por delante que creo que la cosecha de este año (la mía al menos) no ha sido especialmente sabrosona. No he visto demasiadas cosas que me hayan trastocado. Las que van a continuación sí lo han hecho. Por eso merecen una mención. Aunque podrían ser un puñado más.
Bodas de Sangre. Porque Pablo Messiez ha hecho lo mejor y más sencillo que se puede hacer, ir a lo básico, al origen. A Federico. Le ha leído, ha leído lo que Federico dijo. Del mundo, del teatro, de sí mismo y de la libertad y la modernidad. Y ha hecho sus Bodas. Que resultan ser, evidentemente, las que YO creo y siento que habría hecho Federico si las hubiera hecho hoy. Valentía, riesgo (o no), libertad profunda y la seguridad de estar haciendo algo honesto y transgresor. Pero es que NO podría ser de otra forma.
In memoriam. La quinta del biberón. Porque sí. Por justicia. Porque es nuestro deber dar voz al que no la tuvo. Porque la justicia es escuchar desde todos los ángulos y pensar y dejarse sentir. Porque si no somos rebeldes no somos nada. Porque no ha habido una puesta en escena más bella en todo el año. Porque Lluís Pasqual es lo más. Porque el ramillete de actores que dan vida a esos chavales es simplemente antológico. Y porque al recordar damos vida. Y los perdedores y a los que se ha silenciado, merecen que se les devuelva la voz porque así les devolvemos algo de la vida que les robaron. Y porque no paré de llorar, qué coño.
Vientos de Levante. Porque el teatro de Carolina África nace y vive a ras de suelo. Porque ha creado unos personajes y unas situaciones cotidianas, cercanas, reales, vivas y rellenas de verdad. Ante la muerte y ante la fatalidad, uno puede venirse abajo o estirar la frente, respirar hondo y mirar hacia el horizonte. Pa’ sufrir ya tenemos la vida. Y pa’ gozar, el teatro de Carolina. Porque al mirarte en su teatro te ves. Te ves y te gustas. Y te reconcilias contigo mismo y con el resto. Y eso, es la vida.
¿Y las tuyas? ¿cuáles han sido tus obras preferidas?
Ya estamos deseando que entre el 2018 por la puerta y comenzar a deleitarnos con las nuevas propuestas que nos tienen preparadas.