COMPAÑÍA PASO AZORÍN

Ana Azorín e Inés Kerzan: «No quiero que me den un papel por ser mujer, quiero que me lo den porque quieren trabajar conmigo»

La formación acumula más de 18 montajes representados con 'La importancia de llamarse Ernesto' como buque insignia en el Teatro Lara

José Antonio Alba

Podría decirse que la Compañía Paso Azorín es omnipresente, no hay mes en el que no encontremos en la cartelera madrileña alguno de sus títulos. No importa que se trate de grandes escenarios como el del Teatro Fernán Gómez o cualquier sala alternativa que se preste; pero de un tiempo a esta parte, si un espectador quiere encontrar a esta compañía, no tiene más que dirigirse al Teatro Lara, donde actualmente se encuentran representando La importancia de llamarse Ernesto.

Imagen del espectáculo teatral 'La importancia de llamarse Ernesto' en el Teatro Lara compañía Paso Azorín

‘La importancia de llamarse Ernesto’ con la compañía Paso Azorín se representa en el Teatro Lara.

El núcleo duro de esta compañía está compuesto por el dramaturgo y director Ramón Paso y las actrices Ana Azorín e Inés Kerzan. Los tres son los productores de todos sus espectáculos (en breve superarán la veintena de espectáculos estrenados en tan solo siete años de existencia). El cómo, el cuándo y el porqué quiso contar la parte femenina de la compañía a TeatroMadrid.

Teatro Madrid.- Si uno mira la cartelera, es casi imposible no encontrarse con alguno de vuestros espectáculos.

Ana Azorín.- Uno de los objetivos de la compañía es poder tener, al menos, una función en cartel cada mes. Es la manera de que la gente te conozca.

Inés Kerzan.- También nos sirve a nosotros para no oxidarnos.

TM.- Aún así, siempre hay alguien que no os conocerá. ¿Cómo nació la Compañía Paso Azorín?

AA.- La compañía nace en 2012. Ramón y yo llevábamos un tiempo escribiendo para televisión, pero con muchas ganas de hacer teatro. Y el 12 de diciembre estrenábamos Todo el mundo lo hace en El Montacargas. Una obra que trataba sobre la crisis y funcionó muy bien; a partir de ahí, decidimos montar la compañía. Y en 2014 entró Inés como actriz y poco tiempo después lo hizo como productora.

IK.- Entré por casting, me cogieron y dije: “Esto me encanta. A no ser que me echen, aquí me quedo”, y poco a poco me fui involucrando con la compañía. Empecé con Matadero 36/39, una obra sobre la Guerra Civil que forma parte de la Trilogía de la Guerra junto a El mono azul y Terror y ceniza.

TM.Si miramos vuestra trayectoria, podría decirse que sois casi una compañía de repertorio que toca cualquier tipo de género.

IK.- Sí. Eso nos permite crecer artísticamente a pasos agigantados. Permitiéndonos probar y hacer papeles que no estarían dándonos fuera de la compañía. Eso nos permite abrir el registro muchísimo. El poder encontrar cosas muy distintas que se alejan de nosotros.

AA.- Es lo bonito de la interpretación, lo estimulante. Además, no creo en eso de que tienes que tener unas vivencias para que el personaje te salga y ese tipo de historias.

IK.- No somos muy de métodos.

AA.- Lo interesante es que tú estés creando un personaje que no tiene nada que ver contigo. Para mí eso es lo gratificante de esta profesión, que puedes ser lo que sea y quien sea.

TM.- ¿Cómo decidís qué proyectos ponéis en pie?

IK.- Mucho del estímulo parte de Ramón, pero funcionamos con estrategia. De repente nos dice que llevamos mucho tiempo haciendo cierto tipo de teatro con un reparto grande y nos propone hacer una comedia que sea solo de chicas. Así es como surgió El móvil. 

AA.- O, por ejemplo, un día surgió la idea de hacer una obra de Woody Allen. Queríamos hacer Sueños de un seductor. Conseguimos los derechos ¡y la estrenaremos!

TM.- Después de Wilde, Jardiel, Shakespeare o Stoker, ¿os lanzáis a por Woody Allen?

AA.- ¡Cuando nos dijeron que nos habían dado los derechos fue una fiesta! Es flipante ver el contrato con la firma de Ramón y la Woody Allen al lado. (Ríen)

IK.- Al parecer, al principio era reacio a dar los derechos, pero cuando le hablaron de Ramón, le interesó su figura y eso hizo que accediera a dar los derechos. Eso es muy bonito.

TM.- Por Paso Azorín ha transitado mucha gente. Además del núcleo duro que sois vosotras junto a Ramón, tenéis un buen puñado de nombres que van y vienen dependiendo del montaje.

AA.- Sí. Nos gusta mucho trabajar con gente distinta que de repente te aporta cosas diferentes. Hay veces que necesitas un perfil concreto y no lo tienes. Nos gusta conocer gente, y cuando damos con personas con las que nos sentimos cómodos y hemos conectado, intentamos repetir. No es tan fácil encontrar un equipo que encaje. Los vínculos de un proceso creativo son muy fuertes. Son casi familia.

IK.- Ramón nos lo dice mucho: “Sois siete, once, los que sea, pero sois imprescindibles y tenéis que cuidaros como si fuerais uno”.

TM.- Entre los 18 montajes que lleváis a vuestras espaldas, ¿con qué título o personaje os quedaríais?

AA.- Yo recuperaba ahora mismo el de Usted tiene ojos de mujer fatal… en la radio. Que eran dos. Por un lado estaba Catalina, que era la chica de la limpieza, como muy brutota, y Francisca, que era una loca que no paraba de llorar, pero que en el sufrimiento encontraba el regocijo. Es uno de los personajes más bonitos. Y como una «frikada», en La ramera de Babilonia hacía de una Feta que era muy hija de puta y era muy divertida de hacer. Ese personaje se me quedó ahí dentro. Ramón dice que la gente hablará de cuando hizo Hamlet, la Señorita Julia y yo de cuando hice de la Feta. (suelta una carcajada)

IK.- La ramera de Babilonia es nuestro buque insignia y es la primera comedia que hice. Pero a mí el romance y la épica me encantan, y si lo mezclas con vampiros, ¡me vuelves loca! Me hizo una ilusión tremenda interpretar los tres personajes de Drácula, han sido muy bonitos de hacer. ¡Es la historia de amor definitiva! También me gusta mucho la Gema de «Las Leyes…» porque es muy alejado de mí, o la Mar de Lo que mamá nos ha dejado porque era una loca de atar.

TM.- ¿Cuáles son los pilares fundamentales de la compañía?

IK.- El teatro que hacemos está basado en texto, actores y madera. El resto de los elementos están supeditados a contar la historia. Creo que eso nos caracteriza por encima de otras compañías que a lo mejor le dan más importancia a otros elementos escénicos que para nosotros están al servicio de contar un cuento. ¡Y creo que estamos locos! (Ríe)

AA.- Tenemos la suerte de que grandes profesionales han apostado por nosotros. Por ejemplo, Luis Torres en el Teatro Fernán Gómez o Antonio Fuentes desde el Teatro Lara (desde 2015 llevamos metidos allí sin salir). Nuestro trabajo gusta, la gente considera que somos serios, entonces, apuestan por nosotros. Igual que los que se meten con nosotros. Y es bonito porque lo hacen porque nos han visto trabajar. También es porque llevamos una línea de teatro alternativo.

TM.- ¿Qué es para vosotras el teatro alternativo?

IK.- Si hablas de teatro alternativo parece que hablas de un teatro que es de una calidad inferior, pero ni es así ni debería ser así. Cuando hablas de teatro alternativo es porque trata temáticas y hace un tipo de montaje que tiene un público más concreto, pero sigue siendo teatro profesional. Hay mucha gente que está haciendo teatro de calidad. Hay espectáculos que requieren de una intimidad de una sala pequeña, pero que una sala sea pequeña no quiere decir que el espectáculo sea peor.

AA.- La cercanía que dan salas como la Lola Membrives me gusta. Además creo que te enseña mucho. Cuando sabes interpretar así, te puedes subir a donde sea, que lo vas a saber hacer, pero al revés no siempre pasa. Hay gente que lleva toda la vida en escenarios grandes y luego no pueden enfrentarse al público tan de cerca. Yo soy defensora de las salas pequeñas. Es un entrenamiento brutal.

IK.- Cuando estás muy cerca, no puedes disimular nada, ves pensar al actor. La cercanía del publico me gusta y lo defiendo mucho. La Cándido Lara aúna lo mejor de los dos mundos, tiene una acústica maravillosa y el público relativamente cerca. Es muy amable y acogedora. En el Fernán Gómez, si tú no tienes presencia, no se te ve, tienes que utilizar toda tu potencia. Un escenario grande enseguida denuncia cuándo no hay un actor en escena.

AA.- Es muy difícil poner esa intimidad, el matiz, y que te sientan al fondo. Todos los escenarios te enseñan algo.

TM.- ¿El escenario es el que moldea al actor/actriz?

IK.- No hay otra forma de aprender que encima de un escenario. Hay muchas escuelas que te enseñan todo tipo de métodos, pero esta profesión se aprende haciendo. Así se aprendía antes, desde meritorio. Tienen que ser las tablas y el público, ni si quiera en los ensayos. El tiempo sobre un escenario, esas son las horas que suman. Yo creo que las escuelas no sirven para nada, y he ido a escuelas como todo el mundo. Normalmente sirven para meter un montón de cosas en la cabeza que lo único que hacen luego es ponerte trabas y hacer que dudes de ti mismo, de tu instinto. Soltar eso es dificilísimo. Si me dices que te quieres dedicar a esto, primero te preguntaría si estás seguro (ríen). Si me dices que sí, te diría que te metieras en una compañía y trabajaras, desde abajo, con humildad, cariño y mucho valor. Y que no te saquen los cuartos.

TM.- Vosotras, como mujeres, ¿consideráis que hay desigualdad en las artes escénicas?

AA.- Yo creo que el teatro no tiene esos problemas que tienen otras profesiones en cuanto a desigualdad. El mejor actor, dicho en genérico, de este país es una mujer: Núria Espert.

IK.- Y Carmen Machi y Blanca Portillo. De hecho las mejor pagadas seguramente sean mujeres.

AA.- Puede que con esto me meta en un lío, pero me parece que en el arte tiene que primar el «buen arte». Creo que en la cultura es muy importante, si quieres que signifique algo para la gente, que venga de un artista, independientemente de que sea un hombre o una mujer. Yo no quiero que me den un papel por ser mujer, quiero que me lo den porque quieren trabajar conmigo, por mi talento. No quiero engrosar una lista porque hay que tener 50% de mujeres y 50% de hombres, no. Quiero ganarme ese puesto.

IK.- Además creo que España es un país más de actrices que de actores. Es verdad que dependiendo de en qué momento histórico, ha habido menos papeles femeninos protagonistas, pero estoy en contra de la discriminación positiva. Entiendo que mucha gente argumenta que venimos de una época en la que la balanza estaba inclinada hacia el otro lado, pero ahora yo creo que las mujeres tienen que ganarse el puesto que tengan por su valor como ser humano y como profesional, independientemente de su sexo.

TM.- ¿En algún momento le habéis dicho a Ramón de alguno de sus textos «esto no lo diríamos nosotras»?

AA.- No. De hecho me siento una privilegiada porque hay veces que nos escribe papeles a medida. Tenemos la grandísima suerte de que Ramón es muy buen escritor de actrices, crea unos personajes femeninos maravillosos.

IK.- Ramón entiende las voces femeninas mejor que muchas mujeres. Ha observado con admiración, sensibilidad y cariño a las mujeres y probablemente sabe plasmarlo mejor que una mujer que escriba. Algunas feministas son reacias a que esto suceda y me parece una gilipollez tremenda. Es la capacidad de observar del ser humano. Un buen escritor sabe hacer eso con las mujeres y con los hombres. Creo las mujeres que escribe Ramón funcionan tan bien porque antes que mujeres, son seres humanos.

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Escrito por
José Antonio Alba
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