El exceso al que a veces se entrega Llàcer, perfecto para el papel, puede saturar (a mí me gusta sobrio como en Retrato de un náufrago), ahora bien, es una bestia escénica. Compone a Zaza como exagerada que no estrambótica, humana, con ligero miedo a dejar de ser una vedette por quien todos suspiran y al mismo tiempo, una fuerza arrolladora, que nos contagia su optimismo, divismo y seguridad. A su lado, Iván Labanda, entregado cariñosamente al divismo de Zaza y Ricky Mata que con su sirvienta hilarante (ese andar sin tacones!) se mete al público en el bolsillo. La primera parte se me hizo algo larga, quizá por argumento conocido o porque en realidad no hay mucho camino entre […]
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